In memoriam Hugues Yusen Nass

Shanga #59, julio 2023

Noticias de la Asociación Zen Internacional, Fundador Maestro Taisen Deshimaru

Fragmentos de la EDITORIAL 

Al cabo de una larga enfermedad, Hugues Yusen Naas se marchó el 27 de junio en la serena tranquilidad de su templo de Daishugyo.

Hugues fue durante catorce años el generoso y eficiente responsable de la Gendronnière, templo del que fue también el sexto abad de 2019 a 2021. En la ceremonia funeraria que tuvo lugar durante la cuarta sesión del campo de verano, la sangha le rindió un emocionante homenaje y le expresó su eterno agradecimiento.

"Se quedará largo tiempo en nuestras memorias, surgiendo como una amanita cesárea”

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"Cada uno se acuerda del rigor de su práctica. Estaba temprano en el dojo, una postura noble y elegante”

Hugues se fue la mañana del primer día de la primera sesión del campo de verano 2023 en el templo de la Gendronnière. A la hora cuando el bonsho suena y cada uno se levanta para ir al dojo. Se fue sin hacer ruido en su último viaje.

Sin duda el sonido de la campana llegó hasta él, en Normandía.

Como nos lo recordó Christelle, Liliane murió ahora hace ya unos años el último día del campo de verano, Hugues el primer día, lo que ella sabía, antes de que ocurriera.

Fue durante catorce años el responsable de la Gendronnière. Se quejaba a menudo del número de kilómetros que recorría cada día al ser un lugar tan grande. Conocía muy bien los latidos del corazón del Templo y su respiración era la suya. Se hizo íntimo con sus circunvalaciones: la circulación de sus arterias, de sus venas más pequeñas se le hizo familiar. El tejado, los sótanos, la arquitectura de los distintos edificios se convirtieron en su geografía íntima. Conocía los senderos, los lugares de paso de los animales, los sotobosques, los espacios clareados donde aparecían tal o tal especie de seta.

Su temperamento a veces áspero escondía una sensibilidad que se maravillaba del cambio de las estaciones, de la primavera que en nuestro templo encantaba la mirada; volviendo un día de otoño de un paseo por el bosque, blandía con una sonrisa de niño travieso dos enormes sacos llenos de setas.

Cada uno recuerda el rigor de su práctica y conocía su fuerza. Estaba temprano por la mañana en el dojo, una postura noble y elegante. Pero el ámbito privilegiado que fue el suyo siempre fue el samu, bajo todas sus formas. Evidentemente el trabajo de la madera; esta materia caliente y familiar cuyas ranuras seguía con las manos, no tenía secretos para él. Del taller, en la Gendronnière, donde podía aislarse durante horas, salieron altares, tejados, la casa de los muertos, kyosakus, bibliotecas que hoy ornamentan no solo la Gendronnière sino también diferentes centros, dojos, templos e incluso la casa de los amigos.

Hugues supo crear un círculo virtuoso de los “amigos de la Gendronnière”: granjeros, comerciantes, vecinos, viticultores y autoridades locales, que tenían una mirada en común sobre la tierra y el medioambiente.

Después de sus funciones como responsable y de abad, se marchó para establecerse en Normandía con Christèle y algunos fieles seguidores. Allí también sus manos hicieron maravillas: primero creó su taller de carpintería, restauró el tejado de la antigua granja, después dio lugar a un dojo tan sobrio y simple como él.

Pero la Gendronnière no estaba nunca lejos. No faltaba ocasión para charlar, para volver. El gran templo seguía siempre muy cerca de su corazón.

Cada uno conocía su carácter bastante abrupto. Pero si él pedía mucho a los demás, primero, también era exigente con él mismo.

Me acuerdo de que un día, un joven practicante le preguntó si podía ir a descansar: él le respondió que tendría bastante tiempo de echar la siesta cuando estuviera muerto.

Fue así como en el transcurso de conversaciones que tuvimos, en relación con el hecho de ayudar y de agradecer a los que obraban en nuestro templo me decía con un punto irónico: “Sí, lo sé, ¡debo ser gentil!

Esto se convirtió en un juego entre nosotros.

Con el tiempo se suavizó. Una cualidad escondida apareció.

Luego, vino el tiempo de la enfermedad. Un año difícil con también momentos de gracia. La intimidad entre él y Christèle forzaba el respeto tanto como si incluso más que antes todo se hubiera vuelto práctica entre ellos.

Las dos últimas veces que fui a verle, Hugues tan poco inclinado a desvelarse, dejó derramar de sus ojos un río de lágrimas. Ya no podía hablar, pero hubo otro lenguaje. Otro dique cedía, el del corazón.

Ya te echo de menos amigo mío.

Te echamos de menos.

Raphaël Doko Triet



Shanga #59, julio 2023


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Fragmentos de la EDITORIAL 

Traducción al español de Elena Parra

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